SOBRE EL VERBO 69

by - noviembre 22, 2018

Por Sol Linares






            El 69 es un número extraordinario, ¿no es cierto? Sé que los lectores habrán sonreído al leer el título y estarán de acuerdo con esta apreciación, pero mis argumentos tomarán un camino un poco insólito. Pensemos en esto: de todos los números, no hay otro en la infinitud de números que exista como cifra y al mismo tiempo se comporte como una categoría verbal. Este número, señoras y señores, es un verbo. ¿Qué? ¿Estoy acusando a un número de infiltrado? Lo es. La belleza de esta anomalía reside en que, de todos los números y sus posibles combinaciones, el 69 es el único que nos remite a una acción específica. Para argumentar esta idea, tendremos que responder a una pregunta fundamental: ¿qué es un verbo? La gramática básica nos revela que un verbo es una unidad léxica que denota la acción de uno o más sujetos, en un tiempo determinado. Acción, persona, tiempo. Tenemos entonces al 69 como un verbo, en el que actúan dos sujetos, uno abajo y otro arriba, en oposición, realizando la misma acción simultáneamente.
Un vendedor de billetes de lotería puede refutar diciendo que el 2 también es especial, puesto que en dicho contexto el 2 significa pato. Pero un pato no es un verbo; es un sustantivo. Por regla general los números poseen una naturaleza cuantificable, aunque también sabemos que el significado de todo signo es susceptible de ser modificado según la intención comunicativa. Daré un ejemplo de ello. Supongamos que se encuentra usted en un bar y observa a un hombre sentado en la barra. En una servilleta, dibuja el número 2 y se lo entrega. El hombre lo mirará confundido, exigiendo una explicación. Se entiende, porque el 2 es una cifra que amerita un contexto. ¿2 qué? ¿2 hijos? ¿2 de la madrugada? ¿El número de una habitación? Puede que incluso piense que usted le esté diciendo pato, de manera que su vida dependerá de cuán rápido corra y de lo poco o nada ofendido que se muestre su interlocutor. La reacción sería muy distinta si usted escribe el 69 en una servilleta y se la entrega al mismo hombre sentado en la barra. Las consecuencias son más o menos previsibles; una sonrisa, una cerveza gratis, un beso, un botellazo, todo depende de si usted es hombre o mujer. Podríamos complicar la cadena de reacciones si esa misma servilleta se la entrega a su cuñada, por ejemplo. El día de su boda, por ejemplo. Debajo de la mesa, por ejemplo.
Nuestras reacciones aparecen como el síntoma de que estamos ante una acción sexual compleja, de mayor nivel de intimidad y menos trabas morales. Un niño podrá escribir los números del 1 al 100 sin detenerse. Un adulto escribirá los números del 1 al 100 y es probable que cuando dibuje el 69 ensalive, más o menos como si dibujara un limón. También es probable que se detenga, lo remarque distraídamente con el bolígrafo, y olvide que falta escribir 31 números para llegar a 100 porque traerá a la memoria cierto tipo de asfixia, sabor, y olor (el 69 es un verbo que huele y sabe). Así, el 69 escrito en una cárcel detonará chistes y sonoras carcajadas, pero si lo escribimos en las paredes de un ascensor donde se encuentran atrapadas 7 monjas, cada una hará lo posible por mirar su reloj y alguna gritará desesperadamente pidiendo auxilio. Si de casualidad usted cumple 69 años y por fortuna tiene amigos irreparables, sabe que traerán a su casa un pastel con dos velitas, una en forma de 6 y otra en forma de 9, y le mamarán gallo toda la noche hasta que canten cumpleaños feliz y las velitas caigan dormidas en el cofre de sus recuerdos.
            Siguiendo este orden de ideas, nos hallamos ante un verbo muy particular que hace perfectamente dable su conjugación en tiempo presente, así:
Verbo 69
            Yo 69
            Tú 69
            Él, ella 69
            Nosotros 69
            Ustedes 69
            Vosotros 69
            Ellos/ellas 69

            También admite de buena gana los verbos auxiliares que resuelven el problema de cuándo usted 69 con alguien. Por ejemplo:
Yo he 69 contigo y ha sido fantástico
A Pedro lo encontraron 69 con la mujer de su mejor amigo
Definitivamente no es una situación envidiable, nadie quiere estar en el lugar de Pedro, sin embargo hay que aceptar que, aunque su construcción gramatical articula un signo ajeno a la palabra, satisface su propia semántica.
            ¡Un número que se conjuga! Un número que es un verbo. Un verbo que es viceversa. Un viceversa que es yin-yang. No se trata de un verbo público, nadie quiere que un profesor ponga a nuestros hijos a conjugar el verbo 69 en una clase de castellano. Es un verbo de lo oscuro, un verbo callado, un verbo secreto. Un maravilloso verbo uruburo, en el que yo termino justo donde tú empiezas, y el cuerpo se vuelve el trayecto de un espasmo corriendo de puntillas por un círculo.

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