SOBRE EL VERBO SONAR (Borrachera metafísica N°5.670)

by - septiembre 02, 2018

Por Sol Linares



¿Han conocido personas-jazz? ¿Personas-calipso? ¿Personas reggae?



A Dano y Tilo


Dijo Louis Armstrong: nunca oí cantar a un caballo. Yo tampoco, qué tontería. Los caballos no cantan; piensan. Pero los he oído sonar. ¿Qué cómo suena un caballo? Explicaré esto mediante el estatuto de la última borrachera metafísica.
Llamo borrachera metafísica a la sincronización de dos o más seres humanos que se afinan entre sí para producir en armonía un pensamiento absoluta y emocionalmente orquestado bajo los efectos del alcohol. Estas borracheras se dan a veces en el patio de Mamushka, entre el romero y una mata de guayaba con escabiosis. Una conversación en la que cada uno, en la trama de su ritmo y textura, aporta a la banda improvisada su instrumento: el delirio. Viene a cuento porque, de cada una, van surgiendo fantásticos estatutos. Como por ejemplo aquel estatuto memorable en el que dimos por sentado, muy borrachos, que el color sí existe, que cómo es esa falta de respeto a los colores, cómo que nada más son un fenómeno en que los objetos absorben la luz y la reflejan. Respeten a los colores.
—Los objetos azules son azules y saben a azul, y mancharían todo de azul si pudieran —concluimos.
Aquella noche los colores aplaudieron el argumento de los oradores y la vida continuó llena de anarquía sentimental y dignos significados. Hasta hace poco. La última borrachera metafísica se dedicó al sonido y decidimos, por unanimidad, que el mundo suena.
Todo borracho que se respete se pone cósmico en algún momento de su trance, así que argüimos que cuando el universo fue creado, cuando el átomo se postuló como el máximo organizador de la materia, también incubaba en él todas las notas musicales. ¿No es bello esto? Alguien, cualquier físico que no esté borracho pudiera decir: el sonido es la propagación de ondas mecánicas percibidas por un receptor. Coño, respeten a los sonidos, por lo que más quieran.
—Nosotros, los anarquistas sentimentales del romero decimos: un átomo suena.
Dentro de la composición del átomo se halla una disposición a sonar. Luego los átomos se organizan de formas tan infinitas (una estrella, una silla, un vaso, una lombriz) que producen eso que llamamos la armonía del universo. Cada cosa en el mundo, desde la más pequeña hasta la más grande, suena. Si usted se detiene en mitad del bosque todo su cuerpo percibirá la vibración de cada ser, desde el corazón de los pájaros, las hormigas que devoran una serpiente hasta las ramas que toca el viento, en un sonido aplastante. Un huevo eclosionando, del que sale medio atontada la cabeza de una tortuga, dentro de la cual también se están generando sonidos (los pulmones, el estómago, etc), produce un sonido muy especial que se suma inmediatamente al gran sonido del mundo.
Pudiéramos decir, poéticamente hablando (la poesía es la comprobación espiritual del átomo), que es en la naturaleza de la composición de la materia en la que reside la calidad de cada sonido. Rasgar un pétalo de una rosa suena muy diferente a rasgar el pétalo de un libro, ¿no es cierto? Cada cosa suena de forma muy particular, de manera que cada cosa produce su propia partitura. ¿Conocen las partituras del corazón? ¿Han leído en el pentagrama sentimental los acordes del batir de alas de una libélula? ¿Cuáles son las notas que hay en un beso? ¿Qué acordes produce la ira? ¿Cómo suena el suicidio? ¿A qué suena la sociedad? ¿Qué notas hay en la guerra? ¿Qué notas hay en el llanto de un niño? ¿En el aullido de un lobo? ¿Cuáles son las notas del alfabeto? ¿Qué notas tienen las voces de la gente que amamos?
Es que las personas también tienen su sonar.
Esta idea nos zafó la cabeza por un buen rato. Tanto, tanto, que Tilo no pudo tocar la guitarra y eso es bastante decir. ¿Se ha preguntado usted cómo suena? Hay personas estridentes, graves, agudas, chillonas, serenas, percutivas. O lo que es lo mismo: hay personas-timbales, personas-guitarra, personas-flauta, personas-xilófono, personas-tuba, personas-trompeta. Esa marca rítmica que cada uno de nosotros posee en el fluir con la vida refleja, de cierta manera, nuestra única y especial partitura: nuestro timbre de voz, la forma de arrastrar una silla, cerrar una puerta, perseguir una cucaracha, gemir en el sexo, decir te amo, sonar las pulseras, cruzar una pierna, reír, llorar, rascarse la garganta. ¿Han conocido a personas-jazz? ¿Han conocido personas-calipso? ¿Personas-reggae? Incluso, ¿sabía usted que suena distinto en cada situación? ¿Sabía usted que cuando tiene pareja, se juntan dos instrumentos musicales? Correcto, también hay parejas jazz, parejas vallenato, parejas reggaeton. Pero, es que hasta la amistad es un asunto de saber sonar con otro.
Tanto es sonar el mundo, que nuestra intolerancia a los seres humanos en gran medida se debe a una intolerancia auditiva.
—A veces no estoy de humor para la gente —dijo Dano perplejo por su descubrimiento en el que dejó ver que su misantropía radica en un problema de oído—. Todo depende del oído con el que amanezca.
Así se nos fue la noche, cambiando leyes físicas por leyes sentimentales. Por ahí Mamushka tropezó la guitarra de Tilo y Dano, llevándose las manos a la cabeza, con esa gravedad de un monje borracho, sonó:
—Una guitarra es como una persona narizona. Hay que tratarlas con cuidado.
En fin. Nada es mudo. Ni siquiera el ojo que parpadea.

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9 Comments

  1. "...hasta la amistad es un asunto de saber sonar con otro"
    "Nada es mudo. Ni siquiera el ojo que parpadea"
    Hortencia

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  2. Estimada Sol: tengo ampliamente desarrollado un catálogo de personas Salsa, que es un especímen con su metafísica particular de estas tierras caribeñas, por si te interesa aprender a escucharlas. Besote: Robinbook1

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  3. Si llegara a sonar como algo me gustaría ser el sonido de la gota cayendo del grifo mal cerrado.

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  4. El silencio
    es el Aleph del sonido
    la suprema reverencia

    sea pues
    para vos
    O Sole mía
    este callado aplauso del alma

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  5. No hay letras venezolanas a las que les tenga más cariño, Sol.

    Abrazo.

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    1. Giorgina, gracias por tus palabras! Abrazo inmenso desde estos aquíses

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