SOBRE EL VERBO VOTAR

by - mayo 20, 2018


"Angustia". De Andrea Himsalam

Dentro de un níspero vivía un presidente que ya no quería ser presidente. Dormía poco, comía mucho y había perdido el ingenio. Tanto le aterraban las complicaciones que apenas veía un cuadro de Rubik se deprimía profundamente. Ante la tristeza del gobernante, el vocero principal de la cámara de despacho ordenó eliminar la página de sucesos de los diarios, y a la semana siguiente fundó un semanario que solo publicara buenas noticias. Quedaron prohibidas las conversaciones grises, nadie pudo ni siquiera mencionar la muerte del Solitario George, que tras un paro cardíaco dejaba la tierra sin descendencia, extinguiéndose con él toda la especie. En el palacio, las sirvientas sustituyeron los tableros de ajedrez y rompecabezas por bonitos abanicos chinos, y los libros de economía política fueron delegados por libros de cocina tailandesa.

Un día, remojando los pies en la bañera en agua de vinagre, al presidente se le ocurrió la idea de convocar elecciones para no seguir siendo presidente. La decisión se expandió como pólvora en todos los medios, y aunque su gabinete se pronunció de inmediato en contra de aquella ocurrencia, la campaña comenzó no bien cantaron las urracas. Hubo reacciones de todo tipo, nadie entendía muy bien el concepto. Por supuesto, a estas no elecciones se postularon el panadero, un adventista y un militar. La gente estaba tan confundida que no sabía a ciencia cierta si votando por algún candidato ganaba o perdía. Especialistas en silogismos de todo el mundo arribaron a la pequeña nación para tratar de desentrañar aquel enredo. El foro se hizo público. Uno de ellos, a través de un lenguaje apofántico muy admirable, dejó claro que un no presidente era síntoma de un no país, y que un no país, era síntoma de una confabulación bastante compleja. El debate se prolongó por un buen tiempo, y como los directores de hospitales y organismos de estadísticas no tenían claro si era legal nacer o no, se suspendieron todos los nacimientos hasta nuevo aviso. El gobierno destinó un edificio con carácter de suspensus a todas las embarazadas, los bebés con fecha pasada de parto cumplían meses allá adentro, hipnotizados por la forma en que comenzaban a envejecer.

De aquel debate público salió todo el mundo más confundido. Una misma persona podía cambiar de opinión hasta tres veces al día: de ninguna manera votaré; claro que votaré; definitivamente me abstendré. Luego de decidir en apariencia votar o no votar, quedaba el problema de por quién hacerlo, elección que persuadía el cansancio, el miedo al castigo, la invasión, el apocalipsis, o la inercia. Por otro lado, los ancianos enseñaban la vieja táctica, votar por el menos peor. Quien tenía la mala suerte de encontrarse con un amigo en aquel trance de indecisión, sumaba a la lista de incertidumbres más obstáculos, o vagaba entre la opinión de los más entendidos, o buscaba la sentencia más sensata, que tampoco parecía ser ninguna. Los más conturbados asumieron que era mejor que la mayoría decidiera, cosa que era harto difícil, porque la mayoría nunca había sido como entonces una masa confundida. 

La imposibilidad de decidir entre los candidatos disparó en la población cefaleas, insomnio, bipolaridad, apatía, histeria y paranoia. Por un tiempo no cupo un alma en la sala de espera de los psicólogos, quienes a su vez acudían a psicólogos, quienes a su vez acudían a psicólogos. 

Las elecciones se efectuaron contra todo pronóstico. Los votantes salieron vacilantes de sus casas. Muchos electores se quedaron debajo de las camas muertos de angustia. Los que habían vendido sus votos por el pan de la cena, apretaban la quijada. Total que no hubo arrebatos de fe ni convicciones. La gente tomaba su boletita de la máquina de votación y leía el resultado como viendo el futuro, y salía espantada. Conforme pasaron las horas los ceniceros se llenaron con pedazos de uñas. Las puertas se cerraron. En casa de los más pesimistas se cargaron revólveres y se colgaron sogas en las vigas.

Esa noche nadie durmió feliz. En los sueños, la gente era perseguida por salvajes dragones de origami, bocas de cañones, langostas, grapadoras, búfalos enflaquecidos y hambrientos. El primero en despertar fue el no presidente recién electo. Sintió una profunda inconformidad. Había ganado sin intención, había sido elegido por un pueblo confundido. ¿Qué era? ¿Quién apostaría su vida por él? Bebió una pildorita de diazepan y volvió a caer en un sueño profundo, donde intentaba abrir las puertas de las casas que el pueblo había cerrado.






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3 Comments

  1. Reconosco que esto no es comentario en si, se trata de una advertencia para no caer en contradicción, debo disculparme si el resultado es todo lo contrario de lo que me prepuse al comienzo. Es decir un no comentario que lleva en su seno la semilla de su inoperancia como tal ya que un no comentario al gual que un no presidente fue no elegido, debe ser precisasmente eso, sin comentario.

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  2. Gracias Sol...por este espacio, me entusiasma me encanta defintivamente confiezo mi adicción a tus textos, gracias amiga por este blog.

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    1. Es suyo entonces, mire que por su culpa soy escritora. Abrazo inmenso para el primer verbólatra que conocí

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