SOBRE EL VERBO DEPILARSE

by - mayo 21, 2018


No sé quién carajo construyó esta imagen. Si saben, avisen.


I
 Historia del primer bochorno

Sube el telón. Aparece el primer pelo en la axila de una niña, y la niña, aterrada, presiente que debe guardar aquel sucio secreto. Ya no será la misma jamás. El pelo estará vigilando su tiempo, contando los minutos que quedan de su infancia. Durante algunos días se siente vigilada por dentro. Juega a la veterinaria, juega a la mamá, juega a la rayuela. Por mucho que juegue nada la distrae de un sentimiento amenazante, el pelo es un intruso que separa el pasado del futuro. Después de ver el primer pelo jugar es en cierta forma una estafa: todos creen que es la misma niña pero sólo ella sabe que es una farsante, que hay un pelo en la axila quitándole ese derecho. Ahora el silencio es garantía de su libertad. Se sube a los árboles y allí, metida entre las ramas, se echa a llorar porque el pelo está sembrado en su carne. Cree que su madre es su amiga y corre a llorar entre sus brazos. Con la cara llena de sal y lágrimas le muestra aquel horroroso pelo. He allí que todo empeora. Porque la madre observa el pelo y pega un grito de alegría, y dice lo que la niña ha temido escuchar: ¡pero si ya eres toda una mujer! Entonces a la madre se le ocurre exhibir aquel pelito a toda la familia, a Juancho, a Polo, a Arquímides, a Lola, todos vienen a ver el pelito de la niña. Hay risas y aplausos. Incluso el tío más querido le da un billetito para comprarse una chupeta. 

II
El pelito del pubis. Suerte que no pueda mostrarse. La madre susurra a sus hermanas: “la niña ya tiene un pelito en el chocho”.


III
Todos somos ruidosos para celebrar el crecimiento. Con luces, vinilos, aplausos y flashes. Sube el telón, un pelo aparece. Baja el telón, la gente ovaciona. Sube el telón, aparecen muchos, muchos pelos negros y gruesos como una turba de jornaleros nigerianos. Baja el telón, la vida continúa. Sube el telón, aparece una dama depilándose obsesivamente.
―¡Es que uno se afeita los pelos y los desgraciados vuelven a salir.


IV
La depilación obedece a las corrientes estéticas de cada época y de las costumbres de cada pueblo. Si levantamos las faldas de la historia, veremos que en la antigua Grecia depilarse era un signo de distinción social. Las indias practicaban el “método del hilo”; las turcas se depilaban en baños públicos llamados hamams; las romanas usaban pinzas o volsellas y ceras fabricadas con resinas y breas. De esto nos da señales la escultura y la pintura, ni siquiera a Boticcelli se le ocurrió ponerle pelitos a Venus en pleno Renacimiento. Si alguien levanta las falda circense a Las Meninas encontrará un mundo. También a las mujeres que participaron en la Comuna de París, o a las que apoyaron la Primera Internacional, o a las chicas que asistieron al Woodstock en 1969, o a las Madres de Mayo, o a las judías, a las cristianas.

VLos estilos más populares

Hay un mundo debajo donde se practica la jardinería del amor. Higiene, humor, estética y erotismo adoptan formas insospechadas; el look depende de cuán conservadora o subversiva sea la amante.
El Tradicional: se consigue practicando una poda moderada con la tijera de cortar cartulina. Queda como un prolijo campo de golf. Nada se ve. Pero nada se esconde.

El Little-child: deja en los cuerpos maduros el pubis de una niña, resultado que suele aprovecharse velozmente pues en cuestión de días el pubis estará tan rasposo como la piel de un puercoespín.

El punketo: muy de moda en los 90’ y práctica de mucha enjundia. Al menos debe serlo depilarse cuando se tiene un piercing en el clítoris o en alguna otra parte de interés, nadie sabe si esta depilación tiene un final feliz, lo más probable es que todas las punketas queden trasquiladas.

El Pitagórico: demuestra preferencia por los trazos geométricos, requiere de buen pulso y un curso general de dibujo técnico, y no falta quién la muestre y diga: ¡Mira, me hice un hexágono! El modo Hitleriano consiste en dejarse un pequeño y ridículo bigotito en la base alta del triángulo sexual, es aconsejable peinarlo con un cepillo de cerdas rígidas minutos antes de ejercer la oratoria; consecuente con este tipo de corte, los orgasmos serán dichos en alemán, almzmunichvugsment, si escupe mientras habla, no tenga cuidado, el amante lo verá erótico y también escupirá. Hay también el estilo Hippie, muy a lo Mammas and Pappas, expertas en el folk rock, contracultura y antipsiquiatría, se llevan peludas, pero peludas, y son útiles para guardar enseres, botones, secretos y billetes (se dice que un hombre perdió el dedo en una de éstas y nunca se lo regresaron). Hermanado a este estilo encontramos el marxista, muy germánico y circunspecto, de carácter frondoso y máxima espesura. Como cada afro es un mundo, aparece aquí el Gospel-look, principalmente guarda culto a Aretha Franklin y Clara Ward, las amantes son tan felices que cuando alcanzan el orgasmo es normal que entonen con tanto entusiasmo la canción I say a Little prayer que los vecinos responden con el coro desde la ventana: forever, forever, you’ll stay in my heart, and I will love you.

Pero hay una depilación endemoniada que se popularizó en el siglo XXI. Esta depilación se luce por recursos altamente sofisticados como dolorosos. El papel de cera, amado verdugo en los salones de belleza. Se pega al triángulo sexual y luego ¡zás!, se jala de un solo golpe. Después es cuestión de la clienta recuperar la piel o el alma en el papel. Este minoritario grupo de mujeres se reconoce al instante, en primer lugar por las ojeras visiblemente acentuadas, y porque en dos semanas no paran de temblarle las manos y tienen el inconveniente serio de no poder comer con palillos chinos.

             Como quiera que sea, trazamos en ese pequeño campo amoroso la gracia de una ofrenda. Qué importa si el bosque no deja ver al árbol, si es arena o roca ígnea. La mano dirige la hojilla, oculta o revela la habitación donde duerme el instinto.  





You May Also Like

0 Comments